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Por Augusto Bazán Pérez
El valle de Chicama es uno de los principales valles de la costa peruana. Se lo asocia tradicionalmente con el cultivo de caña de azúcar, el cultivo hegemónico en la cuenca desde fines del siglo XIX, y a su producción agroindustrial cuyo pico ocurrió en la época de las grandes haciendas, tales como Casa Grande, Roma, Cartavio y Chiclín, desaparecidas a fines de la década de 1970 por las reformas agrarias del Gral. Juan Velazco Alvarado. Sin embargo, no solemos reparar en otros aspectos más básicos del valle: ¿qué es un valle? ¿en dónde nace? ¿carga suficiente agua como para irrigar a todas las áreas agrícolas que contiene? ¿Qué extensión tiene? ¿Cuáles son sus principales ciudades?
Un valle es una depresión de la superficie terrestre, de forma alargada e inclinada hacia un lago, mar o cuenca cerrada sin salida, por donde habitualmente discurren las aguas de un río que carga aguas cuando llueve (valle fluvial) o por el deshielo de un glaciar (valle glaciar) en su cabecera o nacientes. Los valles fueron formados a lo largo de millones de años, debido a la erosión, entre otros factores, del curso y empuje del agua de los ríos, delineando la forma en V que suelen tener.
Los valles de la costa peruana nacen siempre en la parte alta de la Cordillera de los Andes, y surcan majestuosas montañas hasta llegar a los llanos costeros, al cabo de los cuales se encuentran con el mar. Si bien las depresiones y las aguas son formaciones definidas por la naturaleza a lo largo de la historia, los valles tal como los conocemos son creaciones humanas. Aproximadamente alrededor del 5000 a.C. el ser humano aprendió a producir sus propios alimentos a través de la agricultura. Conforme la densidad poblacional aumentaba, era necesario ampliar los campos donde se cultivaba para alimentar a más gente. Esta ampliación de la frontera agrícola está vinculada a la idea de llevar las aguas de los ríos a espacios cada vez más alejados de los mismos, hacia los márgenes de los valles, y así sostener a poblaciones más grandes.
Los valles son concebidos, entonces, como una formación cultural, donde se mezcla la acción de la naturaleza (la tierra y el agua) y la acción del ser humano (la irrigación, la agricultura, las ciudades, entre otras). Como es evidente, la ampliación de la frontera agrícola es más fácil en las zonas planas, es decir en los llanos cordilleranos, o sea en la “costa”, robándole espacio a los desiertos y pampas eriazas. De ahí que los valles suelen ser más identificados a partir de sus segmentos bajos, próximos al mar, donde, además suele haber una ciudad importante.
El rio Chicama nace en las minas de Callacuyán, a 4100 metros sobre el nivel del mar, en las alturas de Quiruvilca, en el distrito de Santiago de Chuco; vale decir que nace muy cerca de las nacientes del río Moche, el que da vida al valle homónimo vecino por el sur. Su curso es similar a una gran U invertida, y es muy largo; tiene 150 kilómetros aproximadamente antes de encontrarse con el Océano Pacífico. Como todo río, diversos ríos de menor escala lo alimentan, los que a su vez bajan por valles menos o quebradas. Los afluentes principales son, por la margen derecha y desde el este, Chuquillanqui y San Felipe (que drenan cerca de las localidades de Chuquillanqui y Molino) -donde adopta el nombre de Chicama, en la antigua Hacienda Tambo-, Ochape y Cascas (cerca de la localidad de Cascas) y Santanero (también llamado San Benito, drena en Jaguay). Por la margen izquierda, el rio Quirripano, que drena en Pampa de Jaguay.
El valle comienza a ensancharse a la altura de la localidad de Sausal, donde las montañas comienzan a desaparecer y el río alcanza los llanos costeros, alcanzando su máxima extensión en los llanos cordilleranos, donde se encuentran las localidades de Ascope, Chocope, Paiján y Cartavio.
Cabe precisar que todo valle se divide tradicionalmente en tres segmentos, el valle bajo vinculado a los llanos costeros y la mayoría de las tierras agrícolas disponibles. Este segmento suele ser caluroso y árido por la carencia de lluvias, pero vinculado a otras economías tales como la pesca por su proximidad al mar. El valle medio, vinculado a las faldas de la cordillera de los Andes, o la transición entre costa y sierra, es caluroso y abrigado, gracias a que está encajonado por las montañas de las secciones bajas de la cordillera. El valle alto, ya en las montañas andinas, la sierra del país es lluviosa durante el verano, con incesante sol en el día y muy bajas temperaturas en las noches.
El río Chicama presenta un régimen torrentoso, pero no permanente. Esto quiere decir que el 70% de su caudal aparece durante el verano, entre los meses de enero y abril, cuando llueve en la sierra. La constante ampliación de la frontera agrícola, que no cesa desde hace muchos cientos de años, hace que la cantidad de agua para el uso de las poblaciones del valle sea deficitaria; siempre se requiere más agua que la que el Chicama provee. De ahí la necesidad de grandes proyectos de irrigación tales como Chavimochic, que irriga tierras vinculadas a los valles de Chicama, Moche, Viru y Chao a partir del caudaloso río Santa, en la región Ancash; así como a la necesidad de tecnificar el riego en el valle bajo, donde el monocultivo de azúcar es un gran problema para las condiciones hidrológicas, así como la indiscriminada presencia de pozos que succionan aguas del subsuelo, también llamada napa freática, debilitándola constantemente.
El valle de Chicama tiene un total de 76,963 hectáreas, de las cuales 57,343 Ha. son aptas para uso agrícola bajo riego. Cabe destacar el potencial agrícola en los valles medios y alto es limitado, debido a la presencia de montañas de pendiente pronunciada, y que, si bien el valle bajo presenta mejores condiciones, hay una gran franja costera de la margen norte del río, entre la desembocadura y el actual Puerto Chicama, que presenta graves problemas de salinidad en suelos, lo cual los convierte en no aptos para uso agrícola. En la actualidad dicha zona está mayormente utilizada por granjas.
En el alto Chicama se encuentran Usquil y Quiruvilca, muy vinculadas a la actividad minera ubicada en la cabecera de la cuenca, lo cual ya es riesgoso para la sostenibilidad hidrológica del valle. En el valle medio destacan Cascas, un pueblo muy conocido por su industria vitivinícola, y Sausal. En el valle bajo, la costa, de mayor extensión, destacan las ciudades vinculadas a la producción industrial de caña de azúcar y sus derivados: Casa Grande, Paiján, Cartavio y Ascope.
(ONERN, 1973)
Referencias
ONERN. (1973). Inventario, Evaluación y Uso Racional de los Recursos Naturales de la Costa. Cuenca del Rio Chicama: Vol. I. Oficina Nacional de Evaluación de Recursos Naturales.